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One Sunday morning(ish) over brunch, five of us crowded around a tiny kitchen table, sharing stories as we shared also in a slow waking to the day. Among French, English, and Chilean nationals, our primary efforts were focused on common language.
We shared everything from anecdotes about the weather, reflections on the shifts which we have witnessed – each from our own arch of the globe – to the stories which inspired us as children.
The French girl, both hands cupping her mug of tea, in lilting and sometimes halting Spanish, recalled the the story of The Little Match Girl. Everyone at the table recognized it but between us were only able to put together pieces of the famous Hans Christian Andersen story. The link above will take you to the official HCA site, though I’ve no doubt a number of you have a book with this story in it somewhere on your shelves or in your Christmas trunk.
It was a timely reminder for those (such as my little sister probably) who are already getting into the holiday spirit. Our raconteuse, along with her boyfriend, were on their way to Temuco, Chile to check out whether it might be a good place to begin a sustainable tourism business.
The hostel owner, Marcel, disappeared for a moment and rifled around in his room, returning with a Portuguese copy of Jonathan Livingston Seagull written in the 1970s by Richard Bach (Audio Recording in link).
This was a story I’d never heard, and flipping through his copy in a language I barely know returned me to being a child, picking out words here and there and enjoying the sketches of birds in flight scattered across the pages. It reminded me of The Little Prince. Similar in the style of entwining philosophical and spiritual ruminations with a children’s story.
Marcel gave us a brief overview as several others around the table nodded in recognition. An air of nostalgia moved through him as he spoke of the freedom Jonathan felt when he flew. I could see that as a boy, this book made him fly too. I felt the sea winds tussling young hair, becoming feathers. In this small corner of a kitchen, the sound of fanning pages was the flapping of wings long set aside.
Someday I will get my hands on a copy and sit back with a nice mug of tea and read it myself. The yield of some perfunctory Googling, one passage which caught my attention is:
“You will begin to touch heaven, Jonathan, in the moment that you touch perfect speed. And that isn’t flying a thousand miles an hour, or a million, or flying at the speed of light. Because any number is a limit, and perfection doesn’t have limits. Perfect speed, my son, is being there.” ~Richard Bach
I cling to this, as it speaks to the quest on which we embark.
May we all be moving ever at the perfect speed.
La hora del cuento: alrededor de la mesa de desayuno, alrededor del mundo
Traduccion por Henry Tovar
Un domingo por la mañana (mas o menos) durante el almuerzo, cinco de nosotros nos apiñamos alrededor de una pequeña mesa de la cocina a compartir historias, tal cual las compartiamos el lento despertar de un Nuevo dia, entre francés, inglés y los chilenos, nuestros principales esfuerzos se centraban en el lenguaje común.
Compartimos de todo, desde anecdotas sobre el clima, reflexiones sobre los cambios que hemos precenciado- cada uno de nosotros alrededor del arco del globo – hasta las historias que nos inspiraron de niños.
La chica de Francia, con ambas manos en su taza de té, con acento y en ocaciones con español entrecortado recordó la historia de “la pequena cerillera”. Todos en la mesa pudimos reconocer la historia, pero juntos solo pudimos juntar algunas piezas del famoso cuento de Hans Christian Andersen.
El enlace arriba te llevara a la pagina official de HCA, aunque no tengo duda de que alguno de ustedes tienen un libro con esta historia en algun estante o en su baúl de navidad.
Fue un recordatorio oportuno para aquellos (como mi Hermana menor probablemente) que ya estan entrando en el espiritu de las fiestas. Nuestra narradora, junto a su novio, estaban en camino a Temuco, Chile, para comprobar si podria ser un buen lugar para comenzar un negocio de turismo sostenible.
El propietario del hostel, marcel, desapareció por un momento, revolvio todo en su habitacion y volvió con una copia portuguesa de Juan Salvador Gaviota escrito en la decada de 1970 de Richard Bach. (grabación de audio en el link).
Esta era una historia que nunca habia oido, y echar un vistazo a su copia en un lenguaje que apenas conozco me regresó a cuando era una nina, reconocer palabras aqui y alla, disfrutar de los bocetos de las aves dispersadas a través de las paginas. Me recordo el principito. Similar al estilo de entralazar reflexiones filosoficas espirituales con una historia para niños.
Marcel nos dio una breve descripcion al mismo tiempo que varios alrededor de la mesa asintian en reconocimiento. Un aire de nostalgia paso a través de el mientras hablaba de la libertad que Juan sintio cuando voló. Pude ver que de niño, este libro lo hizo volar a el también.
Senti los vientos del mar tocando el joven cabello, convirtiendolo en plumas, en ese pequeño rincón de la cocina, el sonido de las paginas en abanico, era el aleteo de las alas de un lado al otro. Algun dia tender en mis manos una copia y me sentare con una Buena taza de te a leerlo yo misma.
Sin mucho esfuerzo una pequena busqueda en google me llevo a una frase que llamo mi atención:
“Comenzaras a tocar el cielo, Juan, en el momento en que toques la velocidad perfecta. Y eso no es volar a mil millas por hora, o un millón, o volar a la velocidad de la luz. Porque cualquier numero es un límite, y la perfección no tiene límites. La velocidad perfecta, hijo mio, es estar alli”. Richard Bach.
Me aferro a esto, ya que habla de la busqueda en la que nos enbarcamos.
Que todos nos movamos siempre a la velocidad perfecta.
Comments (1)
Amen! Thanks, as always, for your inspirational messages. An antidote to the vitriol and hate thrown around by the likes of Donald Trump and others.
Love and peace,
Jaki and Henry