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“A mere 7 km to Lago Puelo. Maybe 11. Let’s call it 11 and then be pleased when it is less. We’ll get there after lunch. Three o’clock at the latest. Probably one. We are so pro at this. I can eat EVERYTHING in my backpack. I even still have some pocket candy. I am so in control of myself and all the things and stuff. Today is going to fly by.”
I chuckle knowingly now, recalling the hopeful thoughts that morning as we broke camp by the river. Down the road along the banks, over the bridge, then double back. Coming off the road, there isn’t a trail so much as an abundance of markers painted on rocks and tacked to trees.
I love Argentines. They are resourceful. The trail markers are the color of their flag, white and celeste. That is what they say too. It’s not blue; it is sky blue. Celestial. It is painted on rocks, on plastic markers, some markers are broken in half to stretch. Others are re-purposed tin can lids. We follow them up a steep climb onto a rock mass which juts out over the lake.
Looking back across calm blue waters to the mountains, it feels like just yesterday we were up there.
Wait. It was.
A few times in small thickets of burnt trees, we lose the markers. I have this tendency to start “Chicken Littling” situations pretty quickly.
We lost the trail? Well, that’s it. We’re lost forever. Goners. There’s nothing left for it except to stave off starvation as long as possible. May as well sit down and eat everything in the backpacks now. I can feel myself wasting away already. Better eat some pocket candy. If we were starving, I wonder if I could catch Neon. Wait, what is she doing over there, oh, right, looking for signs of trail.
We’ve gotten good at stopping as soon as we lose the trail. We have learned the hard way. Return to the last-seen marker and fan out from there. Out and back, out and back, out and back, around and around in ever widening spiral until someone finds something. It is frustrating, but in the end, saves time and effort.
It is just before lunch and we are on our third of these search exercises. We want to find the trail again before breaking, but after almost an hour of searching and clambering around amidst charred tree trunks we are getting hangry. There is precious little shade from the beating sun. We hadn’t expected it to take this long and are both low on water.
Determining the trail is burnt past recognition, we decide to begin dropping, slowly, along the contours above the lake to where we can see it ends. Freed from constant scanning for the trail, which continued to play the found-again-lost-again game, I reveled in details of the afterburn landscape. The early stages of regrowth are fascinating. Something between aquatic and extraterrestrial.
We take turns leading and estimating which tables to drop off of, the ash is ankle deep in some places, puffing around our feet. The cloud that goes up when we jump off of things is satisfying. Erosion, that would be a thing, if there were rain. I think about it as I sip my last drops of water. Looking at the lake hundreds of steep feet below, we stumble forward.
The burn area gives way to thick growth, and we plunge in. I’m playing “where’s Neon” again; she is the sound of rustling and a voice calling from the thicket about an animal path. I have instead opted to scramble down a small waterfall cliff using a thorny vine.
Sometimes out here, progress is a matter of deciding what kind of ill you can best handle at that moment. Do you prefer being whacked in the face with branches or walking in a bog? Thicket or cliff? Fighting through cane or crawling over thorns?
Tired of one? Try the other!
There are always choices and sometimes exercising that is the only thing we do have control over.
In this spirit, as the day drew to an end, the mountains finally spat us out near the shore we had been aiming for. The short boardwalk was lined with signs earnestly warning about the perils of nature. It was our victory lap.
As we sat on the beach, drinking water and wondering where to set up camp two rangers showed up. “You can’t be here. The park is closed.” They eye us dubiously. Ash covered, bedraggled, ripped clothes. Black war paint where branches had snapped our faces and arms. At least our Dyneema®backpacks withstood the whole ordeal, still looking sleek.
We chat and compare notes with the pair of them on what was up there. Soon they relent and tell us where we can stealth camp, just don’t make fire. There was a forest fire here recently, you know . . .
It is getting dark already. We camp in trees just off the beach. Water laps against sand. Stars twinkle in a crisp sky. The local dog assesses our campsite ,and deeming it free of loose foods, leaves us be.
The next morning, we road-walk the final 4 km in to town. As we go about our usual routine of using a restaurant WiFi to figure out resources in the town, we order a sausage pizza. Eventually out comes some sort of round bread disk with greasy cheese and bits of hot dog generously heaped on top. Best to stick with empanadas down here.
The weird food fare was more than made up for by the Club Andino’s incredible hostel.
De Desemboque a Lago Puelo.
Traducción por Henry Tovar
“A sólo 7 km de Lago Puelo. Quizás 11. Digamos que 11 y luego satisfacción si es menos. Llegaremos después del almuerzo. Tres en punto, a más tardar. Somos tan profesionales en esto. Puedo Comer todo dentro de mi mochila. Incluso tengo un poco de caramelo en el bolsillo. Estoy tan en control de mi misma y todas las cosas, y esas cosas. Hoy se irá volando”.
Me río ahora a sabiendas, recordando los pensamientos esperanzadores de la mañana al momento que levantábamos el campamento junto al río. Por el camino a lo largo de los bancos, sobre el puente, y luego doble vuelta saliendo de la carretera. No hay un camino tan abundante como los marcadores pintados en las rocas y clavados en los arboles.
Me encantan los argentinos. Ellos son ingeniosos. Los marcadores de camino son el color de su bandera, blanco y celeste. Eso es lo que dicen también. No es azul; es azul cielo, celestial. Está Pintado en las rocas, en los marcadores de plástico, algunos marcadores se rompen por la mitad para estirar. Otros son re-utilizados para tapas de lata. Los seguimos hasta una fuerte subida en un macizo rocoso que se adentra en el lago.
Mirando hacia atrás a través de aguas tranquilas y azules de las montañas, se siente como ayer cuando estábamos allí. Espera, lo fue.
Algunas veces en pequeños matorrales de árboles quemados, perdimos los marcadores, tengo esta tendencia a empezar “Chicken Litting” (exagerar) situaciones con bastante rapidez.
Hemos perdido el rastro? Bueno, eso es todo. Estamos perdidas para siempre. Idas. No queda nada más que evitar la inanición el mayor tiempo posible. Quizás también sentarse y comer todo lo de la mochila ahora. Ciento que me sentirme a mí misma desperdiciando todo. Mejor como un poco de caramelo, si nos estuviéramos muriendo de hambre, me pregunto si podría alcanzar a Neon. Espera. ¿Qué esta haciendo allí? Oh cierto, en búsqueda de signos del sendero.
Hemos conseguido hacerlo bien al pararnos apenas perdimos el camino, hemos aprendido de la manera difícil. Volver al ultimo marcador que vimos y abanicar en todas las direcciones a partir de alli. De ida y vuelta, ida y vuelta, alrededor y alrededor, incluso yendo en una espiral cada vez mayor hasta que encontramos algo. Es frustrante pero al final, ahorra tiempo y esfuerzo.
Es justo antes del almuerzo y estamos en nuestra tercera parte de ejercicios de búsqueda. Queremos encontrar el rastro de nuevo antes de romper, pero después de casi una hora de buscar y trepando alrededor y en medio de troncos de árboles carbonizados nos estamos sintiendo hambrientas. Hay muy poca sombra preciosa del ardiente sol. No habíamos esperado que nos tomara tanto tiempo y ambas estamos bajas en agua.
Determinar el camino está quemado en el reconocimiento pasado. Decidimos comenzar a caer lentamente, a lo largo de los contornos por encima del lago de donde podemos ver dónde termina.
Liberadas de la exploración constante del camino, que nos llevo a volver a jugar al escondido de nuevo- encontrado de nuevo, me deleite con los detalles del paisaje post combustión. Las primeras etapas de rebrote son fascinantes. Algo entre acuática y extraterrestre.
Nos turnamos liderando y estimando que tablas dejar, la ceniza está profundamente en los tobillos y algunos lugares, soplando alrededor de nuestros pies. La nube que sube cuando saltamos cosas es satisfactoria. La erosión, eso sería una cosa, si hubiera lluvia. Pienso en ello mientras sorbo mis últimas gotas de agua. Mirando el lago a cientos de pies por debajo de empinadas, tropezamos hacia delante.
Las áreas del incendio dan paso al crecimiento de espesor, y nos sumergen. Estoy jugando a “’¿Dónde está Neon de nuevo?; ella es el sonido del crujido y una voz llamando desde la espesura en torno a un camino de animales, en vez he optado por trepar por un pequeño acantilado a una cascada utilizando unas ramas espinosas.
A veces aquí, el progreso es una cuestión de decidir qué tipo de enfermedad puedes manejar mejor en algún momento. ¿Prefieres ser golpeado en la cara con ramas o caminar en un pantano? ¿Matorral o acantilado? Luchar a través de la caña o arrastrarse sobre espinas? ¿Cansado de uno? Trata con el otro.
Siempre hay opciones y a algunas veces decidir sobre ellas es la única cosa sobre la que tenemos el control.
En este espíritu, como el día llegaba a su fin, las montañas finalmente nos escupieron cerca de la orilla a la que habíamos apuntado. El corto paseo se alineo con los signos de advertencia reales sobre los peligros de la naturaleza. Era nuestra vuelta de la victoria.
Al tiempo que nos sentamos en la playa, bebiendo agua y preguntándonos donde establecer el campamento dos guardas se presentaron. “no pueden estar aquí, el parque esta cerrado”. Nos vieron dudosamente, cubiertas en cenizas, desaliñadas, con la ropa rasgada. Pintura negra de guerra en la cara y brazos donde las ramas nos habían golpeado. Al menos nuestros bolsos dyneema resistieron la prueba entera, sin dejar de mirarse elegantes.
Charlamos y comparamos notas con el par de ellos que estaban allí, pronto se aplacaron y nos dijeron donde podíamos acampar, simplemente no hagan fuego, hubo un incendio forestal aquí hace poco, ya sabes…
Esta oscureciendo ya. Acampamos en los arboles justo al lado de la playa. Vueltas de agua contra la arena. Las estrellas centellan en un nítido cielo. El perro local evalúa nuestro campamento, y considerándolo libre de productos de comida, nos deja estar.
A la mañana siguiente, caminamos por la carretera los últimos 4 km a la ciudad. A medida que avanzamos en nuestra rutina habitual de utilizar la conexión wifi de los restaurantes para averiguar los recursos de la ciudad, ordenamos una pizza de salchicha. Con el tiempo viene a cabo algún tipo de disco de pan redondo con queso graso y trozos de perro caliente generosamente amontonado en la parte superior. Mejor seguir con las empanadas aquí abajo.
La tarifa de la comida extraña fue más que compensada por la noche en el increíble albergue del club andino.
Comments (7)
Yikes! Now that sounds pretty harrowing. Don’t lose the trail again, OK? Glad you’re keeping your sense of humor about all that.
You two crack me up. I’ll bet that shower felt good. Cheers!
Wondering where do you charge your smart phone if you’re using restaurant WiFi?
Good question, Richard. We carry wall adapters for when we are in toen and as we also use our tech on the trail we have Goal Zero solar chargers.
What a pizza to remember!
Sure was. It will go down in infamy!
One of my favorite posts so far – so descriptive! Can’t wait to hear what’s next!